Hartos
La frase “la gente está harta y se moviliza” es una constatación evidente de un malestar social profundo, pero este malestar no puede interpretarse de forma aislada ni superficial. Lo que ocurre en Argentina es un síntoma de una crisis política estructural, donde la hegemonía del peronismo funciona como un vacío ontológico: es decir, un espacio que no ha sido llenado con una propuesta política auténtica, coherente y emancipadora.
El peronismo, más allá de sus múltiples facetas y contradicciones, se ha convertido en un contenedor simbólico que absorbe todas las frustraciones y esperanzas populares, pero sin ofrecer un proyecto sólido para el futuro. Esto genera un fenómeno de “referencialidad negativa”: la gente se moviliza contra lo que hay, pero no encuentra un “para qué” ni un “hacia dónde” claro. No hay una construcción política alternativa que pueda disputar ese espacio hegemónico, porque no se ha trabajado en la creación de un nuevo imaginario político que dialogue con las necesidades reales de la sociedad.
Desde una perspectiva filosófica, siguiendo una línea de pensamiento que podría resonar con Derrida y su deconstrucción, podemos decir que el peronismo funciona como un “significante vacío” que se resignifica constantemente, pero que carece de un “significado” estable y emancipador. La ausencia de una referencia política nueva y creíble es el verdadero problema, porque sin ella, la movilización social corre el riesgo de ser un movimiento reactivo, fragmentado y sin capacidad transformadora.
Por lo tanto, el desafío no es solo criticar al peronismo o señalar su vacío, sino pensar en la necesidad urgente de construir un nuevo horizonte político que sea capaz de articular una propuesta ética, estética y política que convoque a la sociedad desde una nueva matriz de sentido. Esto implica un trabajo colectivo de pensamiento crítico, creación cultural y acción política que vaya más allá de las lógicas clientelares o populistas que han dominado la escena.
En definitiva, la gente está harta y se moviliza, sí, pero la pregunta es: ¿qué hacemos con esa energía? ¿Cómo transformamos ese hartazgo en un proyecto político que no solo sea oposición al peronismo, sino que proponga una alternativa real, viable y profundamente democrática?
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